Durante estos meses, producto de la pandemia, nuestro mundo se ha transformado, y gran parte de esa transformación tiene que ver con las actividades que realizamos en Internet, una red en la que pasamos conectados muchas más horas durante el confinamiento, para seguir manteniendo el contacto social, trabajar, divertirnos o estudiar.
El recluirnos entre cuatro paredes, ha hecho que el mundo digital sea más que nunca nuestra ventana al mundo, y este efecto se ha intensificado en niños(as) y jóvenes, para quienes la red no solo implica ocio, sino comunicación interpersonal e incluso educación.
No cabe la menor duda de que gracias a internet nuestros niños(as) y adolescentes han podido mantener activo su mundo social y en muchos casos, ha hecho de este encierro un espacio algo más agradable. Sin embargo, también existen ciertos riesgos que de no estar atentos pueden afectar negativamente la salud mental de niños(as) y jóvenes.
Se ha observado que al intensificar el mundo digital se debilitan las interacciones sociales reales, lo cual puede llevar a un aislamiento social. Además, se pueden establecer relaciones de alto riesgo con adultos y/o “supuestas amistades”que a través del engaño pueden acceder a la vida privada y poner en peligro a niños y jóvenes.
Asimismo, se ha observado que la digitalización actual propicia el empobrecimiento del lenguaje, problemas de atención o sueño, aumento de la hiperactividad, impulsividad y reducción de la tolerancia a la frustración. En definitiva, los daños en las capacidades cognitivas y en el desarrollo cerebral pueden ser profundos y persistentes en niños(as) y adolescentes.
Otro elemento no menor es que en la actualidad nuestros jóvenes viven su vida bajo la mirada de un público virtual, dentro del mundo de las redes sociales. Los ideales de belleza y de delgadez provienen principalmente de medios y redes sociales como Twitter, Tik Tok, Facebook e Instagram, lo cual genera que los y las jóvenes están expuestos a ideales de cuerpos, juicios y críticas, tal y como se dice, 24/7. En este plano, las y los jóvenes “postean” fotos de ellas y ellos mismos para que todos las vean y las comenten, lo que los lleva a que luego se juzguen a sí mismos y a los demás. En algunas ocasiones, llegan incluso a editar sus “selfies”, en otras palabras, se han volteado hacia el Internet para validar su imagen corporal.
De acuerdo a lo anterior, nuestro colegio, dentro de la formación integral aborda estás temáticas desde los primeros años. Para esto, docentes y equipo técnico están en actualización constante para que los diálogos y reflexiones dentro del aula sean coherentes a lo que experimentan nuestros estudiantes en este viaje digital.
Asimismo, creamos conciencia y educamos acerca de los riesgos y virtudes que tienen las redes sociales, sobre todo en estos meses, donde niños y jóvenes se han adentrado mucho más en este mundo virtual.
Además, contamos con lazos de cooperación con instituciones externas, Universidades, Centros de investigación, PDI, y otros, quienes contantemente están dictando charlas, talleres y capacitaciones relacionadas con el riesgo existente en las redes sociales.
Existe una preocupación muy comprensible entre muchos padres, que temen parecer abusivos o autoritarios cuando tratan de vigilar la vida digital de sus hijos. Sin embargo, y en especial cuando hablamos de niños pequeños, dejar de hacerlo puede ser equivalente a dejarlos jugar solos en la calle. Como en los juegos en el exterior, lo importante es permanecer atento, pero sin resultar demasiado intrusivo o imponer restricciones injustas.
Es importante recalcar, que si bien permitir a que nuestros jóvenes exploren el espacio digital es parte del crecimiento, este viaje debe ser siempre en compañía del adulto. Dejar crecer no significa dejar de guiar, es por eso que se debe acompañar para que el mundo virtual, sea un espacio de crecimiento saludable, constructivo y armonioso.
Paula Dittus Benavente
Psicóloga