La pandemia producto del COVID-19 ha implicado una serie de adaptaciones a nivel personal y familiar de situaciones que antes parecían manejables, sin embargo, estos últimos meses han sido desafiantes y complejos, de muchos aprendizajes y, por sobre todo, de alto estrés.
Muchos adultos han debido compatibilizar el teletrabajo, con la crianza y todos los elementos que esta última implica. Los padres, se han “desdoblado” para ejercer una serie de roles al unísono y, por supuesto, con el deseo de hacerlocorrectamente.
Las personas han debido cargar con los temores propios de la pandemia y del confinamiento que esta conlleva. La incertidumbre ha aumentado nuestros niveles de estrés, pues los seres humanos nunca han tenido una buena relación con los escenarios que se configuran como poco claros.
Otro elemento altamente estresante es el miedo a la pérdida de un ser querido, lo cual obviamente, ha tenido a nuestro corazón y mente conectados con el temor, la angustia y por qué no decirlo, la tristeza.
Existen familias, donde los padres han debido salir a trabajar, pues sus roles laborales no pueden hacerse desde el hogar, lo cual ha implicado aumentar las medidas de seguridad e higiene, con rutinas de limpieza muy exhaustivas dentro de la casa, lo cual genera agotamiento y temor al contagio.
Otro elemento a considerar en estos tiempos de pandemia, es que los padreshan debido apoyar a sus hijos de manera más cercana en las actividades académicas. Dicha tarea no ha sido fácil, muchos adultos han vuelto a estudiar materias olvidadas, a ver tutoriales, y a armarse de “paciencia” para favorecer un “clima de aprendizaje” armónico dentro del hogar.
No obstante, también muchas familias han transformado su casa en un espacio de juegos y aprendizajes de cosas nuevas. Padres han cocinado junto a sus hijos, otros se han inmerso en el mundo de los videojuegos y/o seriales, y han aprovechado este espacio para conocer mejor a sus niños y/o adolescentes.
Los padres tienen derecho a no saber cómo enseñar, a sentir que su mundo tuvo cambios, a tener dificultades para sobrellevar los distintos roles, y a necesitar ayuda cuando no saben qué hacer.Es esperable sentir miedo, pero compartir esos sentimientos en familia es reparador. Asimismo, se debe empatizar con lo difícil que ha sido para niños y jóvenes el dejar el mundo allá afuera, debiendo buscar en el hogar aquello que entregaban compañeros, amigos, profesores y el entorno.
No olvidar que el hogar debe ser un espacio de contención emocional, donde los hijos se sientan protegidos, escuchados y cuidados. De nosotros depende su bienestary el que puedan salir al mundo con las herramientas necesarias para enfrentar una sociedad en constante cambio.
El cuidado debe partir por uno mismo, sólo asíse tendrán las herramientas adecuadas para apoyar en la autorregulación de los hijos. Es primordial buscar maneras para hacer de este viaje de niños y jóvenes un espacio de crecimiento y reflexión.
Paula Dittus Benavente
Psicóloga Campus Villa
Jefa Departamento de Orientación CCSP